La empatía que me generan algunas situaciones que se dan en las sesiones, hace que claramente me recuerde, muchas veces, experiencias vividas.
Yo también tuve un sillón post parto.
Un sillón cómodo, que me recibía calentito y me daba ánimo para salir de la cama. Frente a la tele, con una mesita cerca para apoyar babitas, algo para tomar (fundamental en momentos de lactancia), un control remoto y algo para comer que me dejaba mi marido antes de irse a trabajar.
Pasaba horas en ese sillón, mi mundo entraba en un sillón de 2 cuerpos.
Estaba acompañada por el ser más importante de mi vida que necesitaba de mi 100%, pero así y todo; eran muchas las veces que me sentía sola, con ganas de llorar, con ganas de volver a mi vida, a mi rutina y ser dueña de mi cuerpo.
Sabía que no iba a durar para siempre ese estado, sabía también que mi bebé crecería muy rápido y con el tiempo añoraría estar de nuevo en el sillón post parto acunando y amamantando a ese niño, que luego usaría ese sillón para saltar, mirar la tele y quedarse dormido solito.
El post parto puede ser un estado de mucha soledad, cansancio y una mezcla de felicidad con nostalgia. Pero siempre es más fácil si tenemos la comodidad de un sillón post parto. Un aliado en momentos donde hay que poner el cuerpo entero.